diseñadora gráfica. Mujer, lesbiana, casi ilustradora, casi contestataria y nerd a tiempo completo.

martes, 30 de agosto de 2011

Esto es algo que escribí hace un tiempo para alguna clase.... como tenía medio abandonado esto...


Mi nombre es María Victoria, pero nunca ocupo el María. Me carga porque soy lo menos apegada al catolicismo. Además, lo comparto con mi hermana melliza, así que para diferenciarnos, siempre nos llamaron por nuestro segundo nombre y aunque el mío es Victoria, desde niña, siempre fui “la Vicky”, un poco diminutivo, corto y sin demasiado peso semántico. Creo que mi nombre siempre me dio miedo, más bien, lo que connota mi nombre. Victoria. Fonéticamente es potente, poderoso, hasta un poco duro. Denotativamente significa triunfo, éxito, gloria y fama. Me daba aprensión ocuparlo porque nunca me creí capaz “llenarlo”. Tener un sustantivo abstracto por nombre es de lo más complicado, es como tener un destino trazado en la vida. Igual sería de lo más penoso si me llamara Dolores y pasará enferma todo el tiempo. O Soledad, y no reconociera el valor de la amistad. O si me llamara Predestinación, siempre pensaría: ¿a que estoy predestinada?
Llamarse Victoria es difícil, nunca sabes si vas a lograr llevarlo con orgullo porque eres alguien que logra todos sus objetivos con éxito, o si pasarás el resto de tu vida avergonzándote de éste porque vives peor que una rata. Siempre viví con miedo a mi nombre, es raro, es como temerse a sí misma. Pero hace algún tiempo atrás, me di cuenta que si me proponía una meta, aunque sea pequeña, y la lograba, podría ser un poco más llevadero. Ese cambio de actitud me ha ayudado mucho, a tal punto de que ese miedo descomunal hacia mi nombre ya no existe y “la Vicky” por fin, alcanzó la “Victoria”.