diseñadora gráfica. Mujer, lesbiana, casi ilustradora, casi contestataria y nerd a tiempo completo.

lunes, 7 de noviembre de 2011

el imaginario (no) colectivo de mi cabeza

Siempre me pregunte si los amigxs que inventaba cuando niña se podrían hacer realidad… me metí tanto esa idea en la cabeza que a estos amigxs les di emociones, características propias y hasta lugares en el mundo donde habitaban, obviamente sin que nadie supiera. Creo que nunca le he dicho a nadie sobre él ,a estas alturas, universo de amigxs que me invente, más que nada para ahorrarme otra ida (aparte de la que iba semanalmente) a la psicóloga. Me aterraba la idea que descubrieran la cantidad de amigos que tenía en ese entonces, amigos que para mi eran reales, me querían y disfrutaban estar conmigo, cosa que cuando niña siempre me costó. De todas maneras, agradezco en una parte mi pequeño autismo infantil, me permitió tener tanta imaginación que a veces me sentí mucho más a gusto en ese mundo que en el real, mucho más protegida. Lo único malo, es no me preparo para el día a día y el “contacto humano” y creo que por eso siempre me he sentido tan aislada y extraña en este mundo. No sé si me sienta “especial”, no creo que sea la palabra, tal vez lo más cercano sea “parasito” al tratar de consumir la mayor cantidad de conocimientos para llevarlos a mi utopía de felicidad. Igual es lindo tener un lugar donde refugiarse a veces, sobre todo el mío que es igual de complejo que yo y está lleno de fantasía. Algún día, tal vez, hable de él. Lo único que puedo decir es que ahí nacieron los personajes del comic y varias cosas más…pero eso ya será historia de otro cuento ;)

domingo, 4 de septiembre de 2011

mariposas

Otro cuento que escribí para alguna clase :3

Mi nombre es Tábata, tengo 17 años y voy en cuarto medio. Nunca le he dado un beso a nadie. Pa’ mí eso es de lo más común, no lo encuentro na’ del otro mundo. Es más, no es algo que me interese, tampoco creo que sea de cartucha. Pero pa’ mi entorno yo sé que es algo raro. Mi mamá siempre me pregunta si estoy saliendo con alguien, si tengo pololo y cosas así. Yo siempre le respondo lo mismo: que no me interesa, que no es lo que me gusta. Mi mejor amiga, la Vero, me dice que soy muy hueona. Igual ella perdió la virginidad a los 11, entonces que entienda mi manera de ser, yo creo que es difícil.
Hace un tiempo la Vero me dijo que saliera con el José Luis, el mejor amigo de su hermano. Según ella, el Jose sólo quería invitarme a tomar un helado, ver una película y caminar por el Forestal. Igual la idea me gustó porque me encantan los helados, las películas y caminar por el parque. Así que hable con él por msn y quedamos en salir ese fin de semana. Llegó el domingo y nos juntamos a las cuatro en el metro Bellas Artes. Al principio no hablamos mucho y pa’ mi fue súper incómodo, pero de repente, de la nada, me preguntó qué me gustaba. Yo le dije que me gustaba ver a la los gusanos arrastrándose por la tierra mojada y también comer puré con vienesas. Creo que él esperaba que le preguntara lo mismo, porque al rato me contó que le gustaba escribir poemas, ver la lluvia caer lentamente por la ventana, tocar piano y caminar así, en silencio. Que mucho mejor si era con una chica guapa como yo a su lado. Yo pensé que eso era algo muy cursi, pero no le dije na’ mejor y seguimos caminando. Tal como acordamos, fuimos a tomar un helado y vimos una película de miedo. Se hizo tarde y me fue a dejar a la micro. Me dijo que le había gustado salir conmigo y que me invitaba a tomar un helado el otro domingo. ¡Helado gratis! Pensé. Así que le dije que sí.
Al otro domingo tomamos el mismo helado, vimos otra película de miedo y caminamos por el Forestal. Al anochecer me fue a dejar al paradero, conversamos un rato y repitió la invitación. Así, cada domingo de ese mes yo tuve un helado y una película gratis, ¡lo que me parecía excelente!
El quinto domingo el Jose me llamo temprano pa’ coordinar la salida, quedamos de juntarnos a las tres. Pero al colgarle el teléfono me empezó a doler la guata. Me sonaba fuerte como si no hubiera comido ná’, ¡pero recién había tomado desayuno! Le conté a mi mamá sobre mi malestar y ella me dijo “¡Hay qué lindo Taba, tienes mariposas en el estómago!”. ¡¿Mariposas?!, ¡¿Cómo era posible?! Me asusté tanto que llamé en seguida al Jose pa’ suspender la salida. Estaba tan preocupá’ y no sabía qué hacer, así que llame a la Vero pa’ preguntarle si tenía algún remedio para sacar mariposas de la guata. Ella me dijo “Puta Taba que erís hueona!, lo que tenís no es un malestar estomacal, idiota, ni mariposas en la guata literalmente, lo que tenís te pasa porque estai enamorá ¡¿cómo no caxay?!” La verdad, es que no le creí mucho eso del amor y pedí una hora al médico para asegurarme de que se fueran las mariposas.
Cuando llegué el lunes a la consulta, le conté al doctor me sentía rara porque tenía mariposas en el estómago, que si podía sacármelas por favor porque quizá eran peligrosas. Después de reírse por media hora, el doctor me miró y comprendió que yo no estaba jugando, que mi angustia era real. Me recetó chocolates y reposo. ¿Chocolates? Pensé yo. Pero como es doctor, le hice caso y me fui a la casa. El Jose me llamó esa tarde para preguntarme si salíamos el próximo domingo. Yo le dije que no porque estaba con mariposas en la guata y tenía que hacer reposo. Se río un rato y después me colgó. Nunca más volvió a llamarme para salir a tomar helados, ver películas y caminar por el Forestal.
La semana pasá’ se fueron las mariposas de mi guata, pero un dolor intenso me empezó en el pecho. Pedí otra hora pal doctor porque me siento pésimo. Ojala me recete un pegamento bueno porque mi mamá me dijo que tenía el corazón partío.


martes, 30 de agosto de 2011

Esto es algo que escribí hace un tiempo para alguna clase.... como tenía medio abandonado esto...


Mi nombre es María Victoria, pero nunca ocupo el María. Me carga porque soy lo menos apegada al catolicismo. Además, lo comparto con mi hermana melliza, así que para diferenciarnos, siempre nos llamaron por nuestro segundo nombre y aunque el mío es Victoria, desde niña, siempre fui “la Vicky”, un poco diminutivo, corto y sin demasiado peso semántico. Creo que mi nombre siempre me dio miedo, más bien, lo que connota mi nombre. Victoria. Fonéticamente es potente, poderoso, hasta un poco duro. Denotativamente significa triunfo, éxito, gloria y fama. Me daba aprensión ocuparlo porque nunca me creí capaz “llenarlo”. Tener un sustantivo abstracto por nombre es de lo más complicado, es como tener un destino trazado en la vida. Igual sería de lo más penoso si me llamara Dolores y pasará enferma todo el tiempo. O Soledad, y no reconociera el valor de la amistad. O si me llamara Predestinación, siempre pensaría: ¿a que estoy predestinada?
Llamarse Victoria es difícil, nunca sabes si vas a lograr llevarlo con orgullo porque eres alguien que logra todos sus objetivos con éxito, o si pasarás el resto de tu vida avergonzándote de éste porque vives peor que una rata. Siempre viví con miedo a mi nombre, es raro, es como temerse a sí misma. Pero hace algún tiempo atrás, me di cuenta que si me proponía una meta, aunque sea pequeña, y la lograba, podría ser un poco más llevadero. Ese cambio de actitud me ha ayudado mucho, a tal punto de que ese miedo descomunal hacia mi nombre ya no existe y “la Vicky” por fin, alcanzó la “Victoria”.